Comentario
Capítulo III
De los vestidos y armas de los Yngas
El Ynga, cuando salía de su casa, que era pocas veces, caminaba en unas andas y en la guerra entraba en ellas muy ricamente aderezadas, con abundancia de pedrería, sobre oro y plata, de que eran hechas, y plumería de todas colores. Estas andas era su oficio el llevarlas en los hombros, con el Ynga, los indios rucanas, que es una provincia deste reino, y ansí los llamaban incapricran, que significa hombros del Ynga. En las grandes fiestas y solemnidades las llevaban curacas e indios principales, a remuda, y cuando entraba en la guerra llevaba una honda en la mano, con la cual tiraba de rato en rato, para animar la gente y esforzarla en la pelea.
El vestido que ordinariamente usaba era una camiseta de cumbi labrada, la cual era obra de las ñustas, que lo hilaban sutilísimamente para tejer los vestidos del Ynga, y esculpían en ellas maravillosas labores de tocapo, que ellos dicen que significa diversidad de labores, con mil matices de sutil manera, al modo de los almaisales moriscos, de primor excelente, y unas veces de color morado, otras verde, otras azul, otras carmesí finísimo. La manta que ellos llaman yacolla era del mismo cumbi, aunque no llevaba labores, ni en ellas las usaban. En la cabeza traían un rodete redondo que ellos llaman llaitu, ancho de dos dedos, el cual se ponían en la frente y en el chaquira, y otros dijes y piedras preciosas, y allí asientan plumas y penachos. Esto usaban en tiempo de paz, que al entrar en las batallas usaban de unas celadas fortísimas, que bastaban a defender cualquier golpe de espada y, macana.
La insignia real y corona era mixca paicha, la cual hacían de lana carmesí, finísima, con algunos hilos de toro, y ésta se ponía que le cogía de sien a sien, y fue uso imviolable entre ellos, que ningún Ynga tomaba en sí la administración y gobierno de el reino, hasta que solemnemente había recibido esta borla, que era como coronación y jura que le hacían, reconociéndole por Ynga y Señor, y prometiéndole vasallaje. El cetro era de oro y llárrianle los yndios tupayauri, y las armas e insignias que tenían eran, fuera de la mascapaicha y borla dicha, una casa grande y un cóndor, que en España llaman buitre, y dos culebras, con un tigre arrimado a un árbol.
El calzado eran unas ojotas que cubrían las plantas de los pies, y se enlazaban en medio del pie con sus asideros por el carcañal; y adonde se trababan las lazadas ponían unas cabezas de leones, o tigres, o de otros animales, hechos de oro y de plumería, y piedras ricas de esmeraldas, y otras que en este Reino había.
Las andas no eran permitidas a otro que el Ynga y supremo Señor, y aquellos caciques y capitanes que, por sus hazañas y grandezas en la guerras, habiendo merecido renombre de valerosos, para honrarlos se las enviaba el Ynga, o les daba licencia de usar de ellas, porque estos solos andaban en andas y tenían facultad de usar de esta majestad, que entre ellos era de grandísima preeminencia y estimación. Otros dicen que estas andas del Ynga las llevaban, cuando caminaba, cuatro señores principales, de las cuatro partes y provincias deste Reino, en que está dividido, de Colla Suyo, Antesuyo, Contesuyo y Chinchai Suyo, pero lo más cierto y común es que los indios rucanas, como tengo dicho, eran a los que pertenecía semejante oficio. De ordinario llevaba el Ynga, cuando salía fuera, delante de sí, a modo del guión que usan los Reyes, uno como penacho puesto en palo largo hecho a manera de mitra, salvo que era redondo. Este era hecho de mucho número de plumas coloradas, verdes, amarillas, azules, encarnadas y de todas cuantas flores se hallaban. Este guión llevaba un orejón principal, en alto, señalando con él que allí iba la persona del Ynga, detrás del cual iba también un paje que llevaba el arco y otro las flechas.